¡A ti madre!

Por Omar Cervantes Rodríguez

“A ti que me diste tu vida, tu amor y tu espacio. A ti que cargaste en tu vientre dolor y cansancio”, entre bromas, en memes y no en broma, sino en serio, esta frase es seguro una de las que más circulará en este jueves,

Día de las Madres, en el que aprovecho para felicitar a todas quienes gozan del privilegio y el don de la maternidad. En este espacio editorial hemos dedicado diversos artículos relacionados con la codependencia y la adicción, desde la mirada de las madres que sufren la enfermedad de un hijo y muchas veces no saben cómo actuar y qué hacer, cuando el amor materno parece no ser suficiente para ayudar a quien vive este desgarrador malestar.

“No sé en qué fallé, no sé qué hice mal”, fueron las palabras de mi propia madre la última vez que abordamos el tema, aun y cuando yo tenía 19 años de no beber en ese momento y ella alcanzó a saldar esa emoción guardada por tanto tiempo, seis meses antes de partir a la eternidad, el año pasado.

Comparto esta auto-revelación de mi mamá en este primer 10 de mayo, en el que no podré felicitarla de viva voz, como un homenaje a todas esas madres del mundo, la mayoría sin orientación y conocimientos, que han tenido que lidiar en algún momento de sus vidas con la adicción de alguno de sus hijos.

Afortunadamente, para todas ellas también hay una solución para tratar ese síndrome que padecen y que es igual o más doloroso que la adicción, llamado codependencia, que también requiere un trabajo terapéutico y de ayuda mutua.

¿Y qué pasa con las madres que también tienen una adicción? Esta es una pregunta que también suelen hacerme y la respuesta es que tienen una enfermedad y que hay que atenderla. En ambos casos, el amor firme, ese que las madres por naturaleza conocen muy bien, con alguna orientación y guía sobre la enfermedad, suele ser un gran remanso en el tratamiento de ésta, aún en muchos casos, incomprensible enfermedad.

Continuando con mi caso, solo como una forma de compartir mi propia experiencia, así como en efecto causé mucho dolor a mi madre, también tuve la dicha y felicidad plena de contar con su presencia en varios de mis aniversarios en los que di testimonio de estar limpio. Recuerdo uno de ellos, quizá el último al que ella acudió en un grupo de AA, cuando logré 18 años sin beber, ella se puso de pie a pesar de las dificultades de la enfermedad que padecía a sus 81 años de edad y expresó con su voz entrecortada: “Gracias a todos ustedes por ayudar a mi hijo y a él a su vez por ayudar a otras personas”.

Así que yo hoy puedo estar en paz de que María de Lourdes también pudo, junto conmigo, hacer el viaje de las tinieblas a la luz y de que, seguramente, en junio del año pasado cuando trascendió, ella misma pudo irse a mano con la vida, al menos en lo que a mi alcoholismo respecta. En este día comparto lo que hoy le diría y que los hijos del mundo podríamos decirles, cada uno a la nuestra: ¡A ti, madre, perdóname, lo siento, gracias, te amo!

Fuente: MILENIO DIARIO PUEBLA

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